Crónica de Enebralejos

¿Y ayer que hicisteis? Pues…….. la verdad que en absoluta oscuridad y tumbados toda la mañana.

Eso se lo pintas así a un amigo y cree que nos hemos levantado a la hora de comer. Nada más lejos.

Ayer tocaba meternos por uno de esos agujeros que tanto abundan en la Segovia caliza. Y, como somos más chulos que un ocho, elegimos el mejor de todos.

Con un frío que pelaba a primera hora, cogimos los bártulos y nos fuimos a Prádena. Ya os va sonando mejor, ¿verdad?. Allí nos esperaba Juan, que haría de solícito, y muy explícito, guía junto a su equipo.

Nos vestimos de lagarterana, con botas de agua, mono, o funda dependiendo del caso, y casco de esos que llevan lucecita, o lucezota también dependiendo del caso y nos metimos al agujero.

Ni más ni menos que a la Cueva de los Enebralejos. La mejor de todo el Guadarrama.

Al principio Juan nos mostró la parte turística junto a Cristina que no se separaba un momento de él conversando todo el rato de formas, colores incluso de tumbas ya que en esa cueva hace un porrón de años nuestros antepasados enterraban a sus finados. Paraban aquí y allá y repetían tomas y frases para que Carlos y José recogiesen, cada uno con su cámara, todo lo que allí sucedía. Los demás, de momento, de miranda disfrutando las estalactitas y demás formaciones que de modo brutalmente espontáneo se dan en estos lugares.

Poco después comenzó la aventura verdadera.

Dejó de haber luz aunque lo suplimos con creces con algún que otro invento del Pesca y la comodidad del camino de la parte turística se tornó en pequeñas galerías por las que debíamos progresar arrastrándonos, literal, o, en el mejor de los casos, de rodillas.

He de decir que también pasamos por alguna sala que nos permitió ponernos de pié y escuchar a Juan sus continuas explicaciones. Carlos y José seguían grabando. Los demás iluminando escondidos para que todo quedase bonito bonito.

Casi al final una galería, con nombre “Tortícolis” que no necesita que os la describa. Sólo entraron los imprescindibles con bastante trabajo ya que la caliza puso a prueba el grosor de los espeleólogos.

Y para finalizar la guinda del pastel. Juan nos tenía reservada una pequeña galería llamada “De los Hundimientos” de una belleza explosiva. Las formas y colores se agolpaban sin dar tregua a quienes mirábamos. Todos boquiabiertos contemplábamos la belleza de esta galería que, gentileza de la madre naturaleza, nos permitió avanzar de pié.

A la salida un pequeño ágape con jamón del bueno, chorizo y turrones varios hizo las delicias de todos que a esta hora sentíamos rugir nuestras hambrientas tripas. Lo regamos con cava que para eso estamos en Navidad.

Además, a estas horas de medio día un sol más que agradable permitía disfrutar de un día de invierno que de invierno sólo tenía el nombre.

Una excelente jornada de espéleo en la que no faltaron las risas, las bromas y el buen ambiente.

Fdo. Javier Garcimartín

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