Crónica del viaje: días de ruta

Como todo viaje que se precie, requiere un movimiento a través de un medio de locomoción, nuestro caso fue a través de "Carcolina" nuestro fiel vehículo-vivienda ambulante con el que situamos nuestro hotel de cinco estrellas, donde nos viene en gana y podemos disfrutar de paz y libertad rodeados de nuestros amigos.

El viaje era largo, y por ese motivo nos lo tomamos con mucha tranquilidad, teníamos día y medio de viaje por tierras españolas, francesas y suizas.

Un viaje tranquilo, sin caravanas, hasta que llegamos a la entrada de Chamonix, donde una inmensa marea de vehículos se dirigían a los túneles del Mont-Blanc y por ese motivo estuvimos una media hora parados, antes de entrar a dicha población.

Claro que todo tiene su contrapartida, disfrutar del gran Mont-Blanc, y de los glaciares, cada año más pequeños, que teníamos sobre nuestras cabezas.
Toneladas de hielo que se funden aceleradamente y que no son secreto de su precariedad y extinción a marchas aceleradas.
Qué lástima el gran espectáculo que se perderán las generaciones venideras, y claro, lo que nos hemos perdido nosotros de verlos completamente hasta las poblaciones cercanas.
Sí, éste es un paso atrás en el tiempo, y nos encontramos con una pequeña criatura que quiso inmortalizar su momento con el nuestro, jejeje, y disfrutar del super-mega toblerone, ese quedó perpetuo en nuestros estómagos. Sabroso a más no poder.
Continuamos el viaje sin parar en Chamonix hasta cruzar la frontera, donde repostamos.
Ya estábamos en tierras suizas y nuestra sorpresa fue, el de ver a unos señores de azul, con lucecitas en los coches esperando nuestra llegada con un peque-canino dispuesto a olisquear si habíamos consumido sustancias eXtrañas. Qué bueno, olía de todo menos lo que debía.
Y por fin llegamos a nuestro destino, el camping de Randa, donde nos instalamos y realizamos toda la preparación de material, comida y demás útiles que teníamos que transportar en altitud. Pequeño paseo hasta Tasch y vuelta nocturna disfrutando de una buena temperatura.
Había que descansar porque al día siguiente nos movíamos en dirección Zermatt.
La cabeza comenzaba a pensar en lo que se nos venía encima y las horas de sueño empezaban a reducirse drásticamente, íbamos a cambiar el sueño de dormir, por el sueño de estar cerca de una gran montaña, el Gran Cervino, un inmenso peñote en medio de la nada y rodeado de grandes colosos y en un marco incomparable como son, los Alpes.

Continuará...

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